Por Javier García Barrera, CORC, Párroco de Callosa d´en Sarrià
Según el derecho canónico C 915: “No deben ser admitidos a la sagrada comunión los excomulgados y los que están en entredicho después de la imposición o declaración de la pena, y los que obstinadamente persisten en un manifiesto pecado grave”.
“recibir indignamente el Cuerpo y la Sangre de Cristo es un sacrilegio. Si lo hace deliberadamente en pecado mortal es un sacrilegio”. “Si tenemos un pecado mortal en la conciencia, debemos primero confesarnos de ese pecado y recibir la absolución, y sólo después acercarnos al Sacramento Eucarístico” -Arzobispo Raymond L. Burke, Prefecto del Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica de la Santa Sede, agosto, 2008
San Pablo: “Por tanto, quien coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor.” I Co 11,27.
Desde tiempos apostólicos los católicos creemos que la Eucaristía es Jesucristo verdaderamente presente entre nosotros. El mismo lo dijo: “Yo soy el pan de la vida”. (Juan 6, 35, cf. Mt. 26, 26-28).
Hay un vínculo indisoluble entre Cristo Eucarístico, Las Verdades que El reveló y la Iglesia que el constituyó. Recibir la Eucaristía siempre ha requerido el compromiso de creer y vivir según esa unidad. Cristo viene en la Eucaristía para constituirnos en Su Cuerpo Místico que es la Iglesia y así darnos vida eterna con Nuestro Padre. Es por eso que siempre la Iglesia ha requerido la formación en la fe (catequesis), la profesión de Fe (credo) y el compromiso de vida (moral) para ser admitido a la comunión.
Además, ya que todos somos pecadores, la comunión está también inseparablemente vinculada con la conversión la cual requiere renuncia al pecado y propósito de enmienda. Comulgar en pecado mortal sería un sacrilegio. Como vimos en 1 Cor. 11,27 se trata de una enseñanza Apostólica. La misericordia infinita de Dios no contradice la necesidad de conversión.
Según el derecho canónico C 915: “No deben ser admitidos a la sagrada comunión los excomulgados y los que están en entredicho después de la imposición o declaración de la pena, y los que obstinadamente persisten en un manifiesto pecado grave”.
“recibir indignamente el Cuerpo y la Sangre de Cristo es un sacrilegio. Si lo hace deliberadamente en pecado mortal es un sacrilegio”. “Si tenemos un pecado mortal en la conciencia, debemos primero confesarnos de ese pecado y recibir la absolución, y sólo después acercarnos al Sacramento Eucarístico” -Arzobispo Raymond L. Burke, Prefecto del Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica de la Santa Sede, agosto, 2008
San Pablo: “Por tanto, quien coma el pan o beba la copa del Señor indignamente, será reo del Cuerpo y de la Sangre del Señor.” I Co 11,27.
Desde tiempos apostólicos los católicos creemos que la Eucaristía es Jesucristo verdaderamente presente entre nosotros. El mismo lo dijo: “Yo soy el pan de la vida”. (Juan 6, 35, cf. Mt. 26, 26-28).
Hay un vínculo indisoluble entre Cristo Eucarístico, Las Verdades que El reveló y la Iglesia que el constituyó. Recibir la Eucaristía siempre ha requerido el compromiso de creer y vivir según esa unidad. Cristo viene en la Eucaristía para constituirnos en Su Cuerpo Místico que es la Iglesia y así darnos vida eterna con Nuestro Padre. Es por eso que siempre la Iglesia ha requerido la formación en la fe (catequesis), la profesión de Fe (credo) y el compromiso de vida (moral) para ser admitido a la comunión.
Además, ya que todos somos pecadores, la comunión está también inseparablemente vinculada con la conversión la cual requiere renuncia al pecado y propósito de enmienda. Comulgar en pecado mortal sería un sacrilegio. Como vimos en 1 Cor. 11,27 se trata de una enseñanza Apostólica. La misericordia infinita de Dios no contradice la necesidad de conversión.
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