30.11.11

Arte y cultura. BENJAMÍN PALENCIA (1ª parte)

Por Francisco Sanchis Gadea

Benjamín Palencia nace, 1894, en el pueblo manchego de Barrax cerca de la capital albaceteña, en el seno de una familia con escasos recursos económicos y sin antecedentes artísticos. Desde niño se siente atraído por lo cósmico, le gusta deambular en soledad por los caminos y senderos, observando detenidamente los objetos y los paisajes. Destaca en el dibujo, sus compañeros y amigos del colegio le proponen temas y él los plasma inmediatamente en el papel. Dedica más tiempo a sus aficiones pictóricas que a realizar sus deberes. A los 14 años su padre decide enviarlo a Madrid bajo la protección de un familiar con la intención de que prosiga sus estudios primarios y pueda aprender, más tarde, un oficio.
A pesar de las reticencias de sus padres, que no le ven futuro, decide proseguir con su vocación de pintor. Adquiere unas cajas de pinturas y visita diariamente el museo del Prado donde se entrega a observar y copiar a los clásicos con especial admiración por los grandes maestros de la pintura española del Siglo de Oro, Velazquez y el Greco, adquiriendo una técnica propia. Viaja, en alguna ocasión, a Toledo donde el ambiente de esta ciudad le enseña a acercarse a si mismo perfeccionando su estilo hasta que conoce a Juan Ramón Gimenez, premio Nóbel de Literatura en 1956, uno de los jóvenes poetas que empezaban a destacar en la capital del Reino. En una exposición de pintores noveles, contaba 16 años, que se realiza en el museo de Arte Moderno aportó dos de sus cuadros que impresionaron gratamente a Juan Ramón cuando la visitó. El poeta de Palos de Moguer admira los trabajos de Palencia, sus dibujos con atrevidos y sorprendentes colores, surgiendo, entre ambos, una gran amistad. Su relación con el poeta, que perdurará hasta el inicio de la guerra civil, le permite ilustrar más tarde, su celebre obra, “Platero y yo” y relacionarse con pintores y escritores que triunfan en la corte como Ortega y Gasset, Antonio Machado, Rafael Alberti, Miró, Dámaso Alonso y Lorca.
En 1925 participa en la exposición de Artistas Ibéricos que se realiza en el palacio del Retiro de Madrid, obteniendo un primer premio que le abre muchos caminos en el arte, adquiere prestigio, y la crítica le considera un pintor de futuro. Lee revistas, libros de critica artística, viaja a Francia donde conoce a Picasso, se acerca a los impresionistas franceses, su preferidos junto a los clásicos italianos. Este aire italiano le lleva al clasicismo donde en cierto modo se sentía a gusto pero retorna a la escuela de Paris. Lejos de avatares políticos colabora como director artístico en el grupo teatral “La Barraca” que creo Lorca al inicio de la República. Su evolución le permite reflejar diversas tendencias. En esta fase de su vida, la obra de Paul Cezanne tuvo un papel importante, se dejó influenciar por el cubismo, movimiento artístico nacido en Paris, apoyado por este pintor y más tarde practicó el surrealismo. Estas tempranas experiencias fueron el preámbulo de la llamada Escuela de Vallecas. Tras varias tertulias celebradas en el café Nacional de Madrid, en el suburbio de Vallecas, junto al escultor toledano Alberto Sánchez que había conocido en la exposición de Artistas Ibéricos, funda, 1930, la primera “Escuela de Vallecas”, un ambicioso movimiento que se propone renovar el arte español a semejanza del vanguardismo que se daba en Europa. Arte nuevo que no usaba métodos ni textos, tan solo se lanzaban ideas, opiniones, y se discutían. Jóvenes de condiciones modestas, entusiastas de la pintura, se reunían en torno a Palencia que hablaba frente a la naturaleza y ellos escuchaban. Asiduos concurrentes eran, entre otros, Ramón Gaya, y Francisco Sanjose. En aquellas colinas de Vallecas levantaron un monumento a los “plásticos vivos”, un enorme prisma revestido de cemento en cuyas caras se citan nombres y frases de grandes artistas.
En esta primera época, antes de la guerra civil, dibujó y pintó libremente, no estudió nunca en ninguna academia, pintor autodidacta con una técnica táctil. Se inició realizando figura, derivando posteriormente al paisaje encontrando nuevas expresiones pero incorporó la figura a la naturaleza del paisaje. Estalla la conflagración española y los artistas se dispersan, la mayoría de nuestros pintores novecentistas se exilian, Benjamín permanece asumiendo este nuevo país.

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