Por Javier García Barrera, CORC, Párroco
Con la celebración del miércoles de ceniza, el Señor nos concede una vez más prepararnos a los principales misterios de nuestra vida cristiana; durante estos cuarenta días debemos preparar al igual que Cristo, nuestra vida para la misión.
El Santo Padre en su mensaje para la Cuaresma de este año se detiene a reflexionar sobre uno de los tres aspectos que debemos practicar en este tiempo y en un párrafo del mensaje se concentra el sentido del ayuno:
Podemos preguntarnos qué valor y qué sentido tiene para nosotros, los cristianos, privarnos de algo que en sí mismo sería bueno y útil para nuestro sustento. Las Sagradas Escrituras y toda la tradición cristiana enseñan que el ayuno es una gran ayuda para evitar el pecado y todo lo que induce a él. Por esto, en la historia de la salvación encontramos en más de una ocasión la invitación a ayunar. Ya en las primeras páginas de la Sagrada Escritura el Señor impone al hombre que se abstenga de consumir el fruto prohibido: “De cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio” (Gn 2, 16-17). Comentando la orden divina, San Basilio observa que “el ayuno ya existía en el paraíso”, y “la primera orden en este sentido fue dada a Adán”. Por lo tanto, concluye: “El ‘no debes comer’ es, pues, la ley del ayuno y de la abstinencia” (cfr. Sermo de jejunio: PG 31, 163, 98). Puesto que el pecado y sus consecuencias nos oprimen a todos, el ayuno se nos ofrece como un medio para recuperar la amistad con el Señor
La situación económica actual nos obliga a privarnos de algunos gustos y cosas para salir adelante y si además lo ofrecemos para crecer en virtud, podemos ver como positivo las adversidades de la vida. Que con la ayuda del Señor y de María Santísima Nuestra Señora de las Injurias, podamos aprovechar al máximo este tiempo de gracia.
Con la celebración del miércoles de ceniza, el Señor nos concede una vez más prepararnos a los principales misterios de nuestra vida cristiana; durante estos cuarenta días debemos preparar al igual que Cristo, nuestra vida para la misión.
El Santo Padre en su mensaje para la Cuaresma de este año se detiene a reflexionar sobre uno de los tres aspectos que debemos practicar en este tiempo y en un párrafo del mensaje se concentra el sentido del ayuno:
Podemos preguntarnos qué valor y qué sentido tiene para nosotros, los cristianos, privarnos de algo que en sí mismo sería bueno y útil para nuestro sustento. Las Sagradas Escrituras y toda la tradición cristiana enseñan que el ayuno es una gran ayuda para evitar el pecado y todo lo que induce a él. Por esto, en la historia de la salvación encontramos en más de una ocasión la invitación a ayunar. Ya en las primeras páginas de la Sagrada Escritura el Señor impone al hombre que se abstenga de consumir el fruto prohibido: “De cualquier árbol del jardín puedes comer, mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio” (Gn 2, 16-17). Comentando la orden divina, San Basilio observa que “el ayuno ya existía en el paraíso”, y “la primera orden en este sentido fue dada a Adán”. Por lo tanto, concluye: “El ‘no debes comer’ es, pues, la ley del ayuno y de la abstinencia” (cfr. Sermo de jejunio: PG 31, 163, 98). Puesto que el pecado y sus consecuencias nos oprimen a todos, el ayuno se nos ofrece como un medio para recuperar la amistad con el Señor
La situación económica actual nos obliga a privarnos de algunos gustos y cosas para salir adelante y si además lo ofrecemos para crecer en virtud, podemos ver como positivo las adversidades de la vida. Que con la ayuda del Señor y de María Santísima Nuestra Señora de las Injurias, podamos aprovechar al máximo este tiempo de gracia.
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