26.4.12

Artículo de opinión. LA QUE NOS ESPERA

Por José Fco. Guardiola Ferrando

Estamos en un sistema financiero que se basa en la confianza. Crédito viene del latín credere, que significa creer. El sujeto que no está asfixiado por las deudas y ofrece garantías por su solvencia, que cumple con los pagos puntualmente a los vencimientos acordados, y que además ejerce una actividad económica productiva, consigue financiación sin problemas y en las mejores condiciones. La entidad financiera invierte según el mayor o menor riesgo porque el inversor lo que pretende a final de cuentas es obtener rentabilidad. Tal es así, que si quien solicita financiación reúne estas características el tipo de interés a pagar baja porque la seguridad que ofrece es mucha y, por tanto la rentabilidad para el inversor está garantizada.
     Por el contrario, cuando se trata de un sujeto insolvente, asfixiado por las deudas, que aparece en todos los ficheros de morosidad, que su actividad económica es deficitaria y que, por consiguiente incumple o hay riesgo de que no pueda cumplir las obligaciones contraídas, a las entidades financieras se le disparan todas las alarmas. Frente a este sujeto que no inspira confianza, al inversor le caben dos posibilidades: que se retraiga y no invierta o que invierta a cambio de un  interés más alto por el riesgo que asume. O dicho de otra forma, si al primero se le concede un préstamo a 10 años a un tipo de interés de 1,69 % por ejemplo y al segundo al 5,89 % existe una diferencia de 4,20 puntos (prima) o lo que es lo mismo, de 420 puntos básicos.
    Siguiendo con el paralelismo, el primer caso es Alemania, el segundo España. Alemania tiene una economía que sigue creciendo a pesar de la crisis, por tanto, inspira confianza a los inversores. Sin embargo, España arrastra deudas asfixiantes (déficit público, el Estado ha gastado –gasto improductivo- por encima de sus posibilidades y necesita liquidez para autofinanciarse) y contracción de la economía. Esto le supone pagar intereses del 5,89 % (bono español) para poder hacer frente a sus gastos de funcionamiento. Alemania, sin embargo paga el 1,69 % (bono alemán). La diferencia es la prima de riesgo de España: 420 puntos. Por tanto, la prima de riesgo es un referente económico europeo respecto al mercado alemán a 10 años. No hace falta recordar que todos trabajamos con la misma moneda: el euro.
    En las circunstancias actuales, si el Estado no obtiene financiación, quiebra. Esto es el caso de Grecia, Irlanda y Portugal. Para colmo, la Unión Europea no tiene capacidad para salir al rescate de otro estado. Así pues, y en conclusión, estamos en la cuerda floja o sin pretender ser alarmista, al borde del precipicio.
    Por otro lado, no tenemos una economía competitiva. Compramos del exterior más de lo que vendemos, o lo que es lo mismo, importamos más de lo que exportamos.  Este déficit comercial  hace que nos hayamos endeudado a nivel internacional. Nuestra deuda exterior al primer trimestre de este año llegaba casi al billón de euros, lo cual supone el 93,6 % del PIB. Es decir, el 93,6 % de la riqueza que somos capaces de generar entre todos los españoles en un año.
     Tenemos la mesa servida: déficit público, deuda exterior y prima de riesgo por encima de 420 puntos básicos. Cuando un estado supera los 400 puntos  resulta mucho más difícil conseguir financiación del exterior. A esto añadimos: crisis de la económica, crisis del mercado laboral, crisis financiera y fiscal.
    Ahora nos planteamos  quién pagará la deuda que se ha generado durante los últimos años. Y la respuesta es sencilla: nosotros, entre todos los españoles. Y cómo la vamos a pagar: con más impuestos, no les quepa ninguna duda.
     Las crisis  sobrevienen por hechos o acontecimientos que, por lo general, no son perentorias cuando se es capaz de diagnosticar qué las provoca y se adoptan las medidas apropiadas. En nuestro caso  ni se ha sabido diagnosticar la crisis ni se han aplicado medidas pertinentes a su debido tiempo. En consecuencia, la enfermedad simple se ha convertido en enfermedad crónica. Y frente a esta situación grave, las medidas no pueden ser banales. No nos equivoquemos. El gobierno ha actuado desde varios ángulos y de una manera contundente. Y no se hizo esperar desde la toma de posesión aún a pesar de la huelga general.
     Creíamos que con la llegada de Mariano Rajoy íbamos a navegar con el mar en calma y sin tempestades. ¿Esperábamos eso?...  o ¿tal vez, un milagro?... yo por fortuna ya dejé de creer en los milagros por más que el gobierno anterior se prodigara en actos de fe. Así que, siendo realistas,  mejor será no ver a Mariano Rajoy como el enviado de los dioses.

No hay comentarios: