16.2.12

Historia y Cultura. La batalla del Ebro (1ª Parte)

Por Francisco Sanchis Gadea

Habían transcurrido dos años desde la sublevación militar contra la II República. Manuel Azaña, su Presidente, junto con algunos destacados dirigentes socialistas creen que hay que conseguir, con la mediación internacional, un acuerdo a fin de evitar mayores sufrimientos.
Juan Negrin había cumplido un año al frente del Gobierno de unidad nacional, en el que estaban representadas todas las sensibilidades del amplio espectro político, y contaba con un significativo apoyo de los comunistas, fieles seguidores de la Unión Soviética, cuya decidida, única, ayuda hizo posible la resistencia de la República contra los sublevados que contaban con una mayor capacidad militar prestada por Alemania e Italia.
Una gran ofensiva del ejército golpista les ha permitido llegar al mar y partir en dos el territorio republicano cortando la conexión con Cataluña. Las potencias democráticas europeas que decidieron, incomprensiblemente, no intervenir están a un paso de aceptarles como triunfadores del conflicto bélico.
Madrid ha podido resistir el asalto pero los golpistas dominan toda la zona Norte y sus fuerzas amenazan, seriamente, Valencia. A pesar de la delicada situación muchos de los mandos leales y los militares de milicias, que provienen mayoritariamente del partido comunista, creen que la guerra aún no está perdida pues cuentan con medio millón de hombres y tan solo necesitan la normalización en el suministro de armamento.
El Jefe del Gobierno que había asumido la cartera de defensa tras la dimisión de Indalecia Prieto considera que el principal recurso que le queda a la República es convencer a los Gobiernos democráticos que el régimen todavía cuenta con recursos y dispone de capacidad. Para ello se le encarga al general Vicente Rojo, el mejor estratega republicano, la formación de un ejército de maniobra que pueda desencadenar una gran ofensiva volviendo a cruzar el río Ebro y atraer a las fuerzas que acosan incesantemente el frente de Levante. Con ello se ganaría tiempo para que Negrin pudiera llevar adelante su plan de mediación o se podrían alargar los acontecimientos hasta que estalle el conflicto europeo que parece inevitable.
El general Rojo, en corto espacio de tiempo, ha creado un nuevo ejército bajo el nombre de “Formación Autónoma del Ebro” a cuyo mando ha colocado a Juan Modesto, coronel de milicias, persona que ha adquirido una gran capacidad militar. Lo componen el V y XV Cuerpos de ejército que mandan, respectivamente, Enrique Lister y Manuel Tagüeña, dos de los más brillantes militares de milicias provenientes del V Regimiento. Más al Norte, cerca de Lérida, se situaría, Etelvino Vega al mando del XII Cuerpo de ejército, último Gobernador Militar de Alicante que seria fusilado tras la contienda.
Unos días antes de iniciar las operaciones, Rojo amenaza con su dimisión ante las críticas de asesores soviéticos que vaticinan un fracaso de la operación dada las dificultades en el paso del río. El decidido apoyo de Negrin le hace cambiar de opinión.
En poco tiempo las tropas han recibido la instrucción y el adiestramiento necesario. Algunos, muy jóvenes, se han incorporado a filas dos años antes de lo que les correspondería por reemplazo ante la falta de efectivos pero los comisarios, Luís Delage ha sido nombrado comisario del ejército del Ebro, se han encargado de realizar un buen trabajo político, arengándoles, inculcándoles la moral necesaria con sus prédicas y consignas. Se dedican decenas de horas a preparar la maniobra del paso del rió, los exploradores han trabajado muy cerca de las posiciones enemigas, los soldados aprenden a remar, los ingenieros construyen pasarelas, los servicios de información estudian la ubicación de las unidades del enemigo y la posición de su artillería, señalando los posibles puntos de paso para instalar las cabezas de puente. Este ejército, en contraposición con el enemigo que si lo posee, no cuenta con una gran masa artillera ni aviación por lo que debe adquirir una gran baza: la sorpresa. Modesto, Tagüeña y Lister, han conseguido preparar un poderoso ejército con cerca de cien mil hombres, disciplinado, repleto de moral, dotado con un considerable armamento de procedencia checa.
Juan Modesto da la orden y a las 00,15 h. del 25 de julio de 1938 se empieza a cruzar el rió. Se ha iniciado la batalla del Ebro.

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