Por Francisco Sanchis Gadea
Tras la contienda no se presentaba un panorama halagüeño para el arte de la pintura, la mayoría de nuestros pintores emprenden el éxodo, Alberto Sánchez, su principal colaborador, marchó a Rusia sin embargo Benjamin Palencia permanece y asume las recientes circunstancias pues alguien tiene que trazar el puente por el que transitar desde el ayer abortado y el mañana esperanzado.
La Escuela de Vallecas vuelve a renacer con nuevos y decididos alumnos que descubren que el arte es libre a pesar de la privación de libertad y cuya validez artística, años más tarde, demostraría la riqueza de aquellas enseñanzas. A todos los componentes de la “2ª Escuela de Vallecas” los conoció en plena guerra civil en el estudio del escultor José Aventin, el cual realizaba un busto de Manuel Azaña, Presidente de la II República, por encargo del Gobierno Republicano y que, evidentemente, nunca se finalizó. Esta segunda escuela, embrión de la llamada “Escuela de Pintura de Madrid o “Joven Escuela de Madrid” se ubicó en el taller del herrador de Vallecas y allí se congregaban los que formarían la vanguardia del arte de posguerra.
Benjamin da un giro a su obra al abandonar el cubismo e iniciar un arte, llamémosle, colorista. Su obra es fecunda y muy cotizada, expone en reconocidas galerías de arte. En 1943 consigue la 1ª Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes. Pinta geniales cuadros como, entre otros, “Perdices”, (1946); “Girasoles”, (1957); “Vista del Escorial”, (1965) y “Monovar”, (1961). Ingresó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1974 y posteriormente en la de Sant Jordi de Barcelona. Recibe, 1978, de manos de los Reyes de España, la medalla al Mérito de Bellas Artes y lega gran parte de su obra al Museo Español de Arte Contemporáneo.
A principios de los años veinte viajó a Alicante y se acercó a Polop donde pasaba sus vacaciones estivales el escritor Gabriel Miró a quien había conocido en la capital. Décadas más tarde se acercó a Altea atraído por su tranquilidad y el olor del mar adquiriendo un apartamento para habitar, en este pueblo, gran parte del año. En estos periodos solía visitar Polop donde hizo buenos amigos, reconocidos artistas y hombres de letras como Joaquín Fuster, Vintila Horia o Manuel Ribera. Juntos recorrían las calles polopinas descubriendo detalles y rincones inéditos, hablaban de la obra de Miró y visitaban cada rincón mironiano. Eligió Polop para su expansión experimental e inauguró un estudio en uno de los parajes más hermosos, conocido como la “Paz”, a la sombra del monte Ponoig donde prosiguió creando, inventando pintura. Un orgullo para este pueblo que uno de los mejores pintores españoles de su época, maestro de la pintura moderna, lo eligiera para descansar y acrecentar su obra plasmando en sus lienzos sus encantadores paisajes que contemplaron en varias ciudades del mundo entero. Se le rindió un emotivo homenaje por hacer de Polop su lugar predilecto y se le dedicó una calle.
Si nos fijamos en Palencia observamos que algunas personas están predestinadas para ciertas tareas. Sin ninguna instrucción, sin antecedentes artísticos, con un medio ambiente nada propicio surge de la nada un genio del arte español contemporáneo, un pintor de invenciones, de estilos que agradan al entendido y al profano en la materia. Según sus propias palabras, sus maestros fueron la vida, la observación, los viajes y los libros. A lo largo de sus etapas artísticas siempre ofrecía algo novedoso que se hacía más valioso. Persona sencilla, trabajadora y muy conversadora. Artista de creación original con un estilo muy personal, en sus cuadros se observan colores inéditos, atrevidos y un dibujo esmerado. Las galerías de arte más prestigiosas le ofrecían sus salas para sus exposiciones pues intuían que el éxito estaba asegurado.
En alguna ocasión había manifestado a sus allegados que su estudio en Polop quedaría como museo para el pueblo pero la muerte le sorprendió, 1980, en Madrid sin haber redactado testamento. Su estudio que se encontraba repleto de obras de sus diferentes etapas ha sido objeto de litigios entre los que se declararon sus herederos. Parte de su obra se encuentra en colecciones particulares o nada se sabe de su actual ubicación. Lamentablemente en Polop nos quedamos sin museo y con escasos testimonios artísticos de este genial pintor, uno de los más grandes paisajistas españoles.
Tras la contienda no se presentaba un panorama halagüeño para el arte de la pintura, la mayoría de nuestros pintores emprenden el éxodo, Alberto Sánchez, su principal colaborador, marchó a Rusia sin embargo Benjamin Palencia permanece y asume las recientes circunstancias pues alguien tiene que trazar el puente por el que transitar desde el ayer abortado y el mañana esperanzado.
La Escuela de Vallecas vuelve a renacer con nuevos y decididos alumnos que descubren que el arte es libre a pesar de la privación de libertad y cuya validez artística, años más tarde, demostraría la riqueza de aquellas enseñanzas. A todos los componentes de la “2ª Escuela de Vallecas” los conoció en plena guerra civil en el estudio del escultor José Aventin, el cual realizaba un busto de Manuel Azaña, Presidente de la II República, por encargo del Gobierno Republicano y que, evidentemente, nunca se finalizó. Esta segunda escuela, embrión de la llamada “Escuela de Pintura de Madrid o “Joven Escuela de Madrid” se ubicó en el taller del herrador de Vallecas y allí se congregaban los que formarían la vanguardia del arte de posguerra.
Benjamin da un giro a su obra al abandonar el cubismo e iniciar un arte, llamémosle, colorista. Su obra es fecunda y muy cotizada, expone en reconocidas galerías de arte. En 1943 consigue la 1ª Medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes. Pinta geniales cuadros como, entre otros, “Perdices”, (1946); “Girasoles”, (1957); “Vista del Escorial”, (1965) y “Monovar”, (1961). Ingresó en la Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1974 y posteriormente en la de Sant Jordi de Barcelona. Recibe, 1978, de manos de los Reyes de España, la medalla al Mérito de Bellas Artes y lega gran parte de su obra al Museo Español de Arte Contemporáneo.
A principios de los años veinte viajó a Alicante y se acercó a Polop donde pasaba sus vacaciones estivales el escritor Gabriel Miró a quien había conocido en la capital. Décadas más tarde se acercó a Altea atraído por su tranquilidad y el olor del mar adquiriendo un apartamento para habitar, en este pueblo, gran parte del año. En estos periodos solía visitar Polop donde hizo buenos amigos, reconocidos artistas y hombres de letras como Joaquín Fuster, Vintila Horia o Manuel Ribera. Juntos recorrían las calles polopinas descubriendo detalles y rincones inéditos, hablaban de la obra de Miró y visitaban cada rincón mironiano. Eligió Polop para su expansión experimental e inauguró un estudio en uno de los parajes más hermosos, conocido como la “Paz”, a la sombra del monte Ponoig donde prosiguió creando, inventando pintura. Un orgullo para este pueblo que uno de los mejores pintores españoles de su época, maestro de la pintura moderna, lo eligiera para descansar y acrecentar su obra plasmando en sus lienzos sus encantadores paisajes que contemplaron en varias ciudades del mundo entero. Se le rindió un emotivo homenaje por hacer de Polop su lugar predilecto y se le dedicó una calle.
Si nos fijamos en Palencia observamos que algunas personas están predestinadas para ciertas tareas. Sin ninguna instrucción, sin antecedentes artísticos, con un medio ambiente nada propicio surge de la nada un genio del arte español contemporáneo, un pintor de invenciones, de estilos que agradan al entendido y al profano en la materia. Según sus propias palabras, sus maestros fueron la vida, la observación, los viajes y los libros. A lo largo de sus etapas artísticas siempre ofrecía algo novedoso que se hacía más valioso. Persona sencilla, trabajadora y muy conversadora. Artista de creación original con un estilo muy personal, en sus cuadros se observan colores inéditos, atrevidos y un dibujo esmerado. Las galerías de arte más prestigiosas le ofrecían sus salas para sus exposiciones pues intuían que el éxito estaba asegurado.
En alguna ocasión había manifestado a sus allegados que su estudio en Polop quedaría como museo para el pueblo pero la muerte le sorprendió, 1980, en Madrid sin haber redactado testamento. Su estudio que se encontraba repleto de obras de sus diferentes etapas ha sido objeto de litigios entre los que se declararon sus herederos. Parte de su obra se encuentra en colecciones particulares o nada se sabe de su actual ubicación. Lamentablemente en Polop nos quedamos sin museo y con escasos testimonios artísticos de este genial pintor, uno de los más grandes paisajistas españoles.
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