15.9.11

Arte y cultura. La cultura en los municipios

Por Francisco Sanchis Gadea

Hace algunos años los Ayuntamientos no se tomaban muy en serio ese conjunto de formas de manifestación que es la cultura pues le dedicaban exiguos recursos y nulos esfuerzos. El concejal de cultura era un cargo simbólico que recaía en persona desinteresada con limitados conocimientos manifestando su actividad cultural con la celebración de algún acto festivo. Afortunadamente la situación ha ido evolucionando, la cultura, utilizando un lenguaje metafórico, ya no es la “maría” de las asignaturas y ocupa el lugar que siempre le debió corresponder.
La experiencia nos confirma que en los pequeños municipios, los actos y las actividades culturales no deben ser de carácter universal porque si nos dirigimos a todos con el mismo lenguaje equivale a no hablar a nadie. Debemos dirigirnos a los jóvenes y mayores con distintas palabras, razonamientos y finalidades.
Editar publicaciones y folletos resulta muy interesante, necesario y atrayente. Publicar la revista de las fiestas con fotografías festeras y un montón de anuncios comerciales sin valores literarios e históricos es curioso pero tiene poco en común con la cultura. No obstante estas revistas, bien estructuradas, con trabajos seleccionados de tipo histórico o folclórico contribuyen a promover la cultura. Algunas de ellas llegan a ser verdaderas joyas editoriales que prestan un gran servicio a los amantes de las tradiciones y las costumbres de los pueblos.
Los museos, la casa de la cultura, la biblioteca, son necesarios para fomentar la cultura siempre que propongan iniciativas y dispongan de un aceptable valor bibliográfico. El arte del cine, la música y los espectáculos teatrales favorecen el ámbito cultural. Generalmente, y toda generalización acarrea injusticia, la cultura de las gentes no es elevada aunque la preparación escolar y académica sea aceptable pues, además de los títulos, son necesarios otros precisos conocimientos para comprender y elevar el entusiasmo participativo. En ocasiones subestimar lo que se tiene puede resultar contradictorio siendo más útil conservar y mejorar lo que se dispone.
En cierta ocasión un conocido comunicador afirmaba en un determinado medio de comunicación que para ostentar el cargo de ministro de sanidad era necesario haber sido un potencial enfermo. El tristemente desaparecido Ernest Lluch, catedrático de economía, respondió que, también, disponía de tal peculiaridad pues había sufrido una hepatitis y dos pulmonías. Nos podemos preguntar, del mismo modo, si seria necesario que los responsables culturales fueran personas con un elevado grado de formación. Se me antoja que es necesario y suficiente actuar con sensatez, voluntad y, sobre todo, contar con un correcto asesoramiento.
Hay quien afirma, no exento de razón, que la cultura es política. A los partidos políticos, a sus representantes, hay que demandarles que, a pesar de la difícil coyuntura actual, la inversión en cultura no sea nimia pues entiendo que, también, tal circunstancia es una de las causas de la actual crisis económica. Con su esfuerzo deben reconocer el protagonismo y la importancia de la cultura como motor del desarrollo de un municipio que otorga al ser humano la información y la capacidad de reflexionar.

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