23.6.11

Arte y Cultura. DOMINGO VILADOMAT


Por Francisco Sanchis Gadea

Bajo el título “Retrospectiva”, el Ayuntamiento de Valencia, febrero de 2008, organizaba una exposición, póstuma, del relevante pintor Domingo Viladomat. El Museo de la Ciudad albergaba una representativa selección de sus mejores obras.

Rememoré otra exposición del mismo autor, agosto de 1984, inaugurada por el Director General de Cultura de la Generalitat Valenciana, que se ofreció en una, tristemente, desaparecida sala de exposiciones de Polop. De entre los trabajos expuestos me impresionaron, “La muchacha ensimismada” y, principalmente, la “plaza de Polop”, obra que describía el corazón del pueblo donde se fundía la luz que lo bañaba con tostados colores que se resistía a perder.

Nacido en el Madrid de 1913, Viladomat hereda el peso artístico de su antepasado Antonio Viladomat, gran pintor catalán del siglo XVIII considerado el Velázquez de Cataluña, e inicia su formación académica en la escuela de Bellas Artes de San Fernando donde obtendrá, entre otros, el primer premio de pintura decorativa. Elabora y conceptúa, en varios años de trabajo y esfuerzo, un estilo propio extrayendo el simbolismo de la naturaleza y los personajes para plasmarlo en el lienzo. Su pintura es clásica pero es un clasicismo moderno que da realce a su obra.

Artista vitalista y polifacético, desde muy joven se interesó por otros géneros como la ilustración y la escenografía que desarrollará en el cine dirigiendo películas y documentales pero es a partir de la década de los setenta cuando, por motivos de salud, se centra, exclusivamente, en la pintura y realiza sus mejores trabajos. La luz y el color inundan su obra que adquiere una belleza nítida, un estilo muy singular. Los paisajes mediterráneos o castellanos, las personas, los bodegones, la naturaleza, son plasmados en lugares reales o imaginarios representando los duros trabajos que deben acometer las mujeres y los hombres, el campo, las dificultades de la vida y los sentimientos. Sabe conjugar perfectamente los cuatro elementos primordiales en los que la materia puede manifestarse, -fuego, aire, agua y tierra-, principios básicos de la vida, convirtiéndolos en un referente para su pintura.

Viviendo su mejor etapa artística, inicios de los setenta, junto a su esposa y su madre política, Pilar de Valderrama, –Guiomar, musa y gran amor de Antonio Machado-, decide disfrutar de la hospitalidad de Polop donde adquiere una casa y ubica su nuevo estudio. La poesía de Machado manifestada a través de Guiomar influenció su concepción artística al unir pintura y poesía. En cada uno de sus cuadros hay un poema que aumenta su belleza, ofrece mayor realismo y ayuda a interpretar el mensaje que intenta trasmitir.

Su extensa obra ha sido expuesta en las más prestigiosas galerías de arte de Europa y América y se encuentra representada en los más importantes museos y colecciones particulares siendo galardonada con numerosos premios, distinciones y menciones honoríficas. Recientemente la Fundación Gabarrón de Nueva York y el Museo Diocesano de Barcelona han acogido exposiciones de sus mejores pinturas figurativas.

Durante sus últimos años estuvo retirado de la actividad social debido a su continuada enfermedad pero mantuvo su actividad pictórica en su estudio de Polop donde falleció el 13 de septiembre de 1994. Una exposición de sus obras significaría un sincero homenaje al genial pintor.

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