21.1.11

Arte y Cultura. LA TASCA L’ALBARDA

Por Francisco Sanchis Gadea

Licenciado en Ciencias Matemáticas


Un nuevo año principia, con cierta incertidumbre, su andadura; es tiempo de balances, de vivir el presente, otear el futuro y rememorar el pasado como el Polop expectante e ilusionado del último tercio de la anterior centuria.

Todo comenzó en el otoño de 1976, año bisiesto en el calendario gregoriano. Se estaba produciendo un cambio de rumbo, decisivo, para el futuro del país con el inicio de una transición política. Atrás habían quedado los terribles sucesos acontecidos en Vitoria, recordados en la célebre canción, “Campanades a mort”, del cantautor catalán, Lluís Llach.

Polop era un pueblo carente de inquietudes, mermado en iniciativas y falto de locales de ocio. Dos jóvenes emprendedores, Julián Ferrer y Paco Martínez, con la indecisión del momento, trataron de dinamizar la localidad dotando al ocio de un nuevo recurso con la apertura de un local-bar al que denominaron la “Tasca L’Albarda”, situado en la zona céntrica, en la plaza más importante del pueblo y cuyo trigésimo quinto aniversario celebraremos próximamente.

Su ambiente agradable y animado propició la creación de un espacio de divertimiento donde coincidían jóvenes y no tan jóvenes, personas de diversas edades; un lugar de encuentro que se convirtió en un referente para la comarca. En su interior se escuchaba música de Raimon, Serrat, Llach y tantos otros artistas de aquel movimiento cultural y musical que impulsaba la reivindicación del uso normal de nuestra lengua vernácula a la vez que conformaba una plataforma de lucha política denunciando las injusticias del régimen que se extinguía.

Un local sencillo, espontáneo, sin depender de paradigmas formales ni de modelos de belleza remotos sino que poseía su propio atractivo. Su decorado estaba directamente relacionado con la vida del pueblo, con el momento político que se vivía. Objetos y enseres de todo tipo se acumulaban en las paredes, organizados sin ninguna jerarquía de orden estético sin que aparentemente hubiera una relación de volúmenes ni de colores, cuyo único vínculo era el del gusto azaroso de quien los había colocado en su lugar. La dinámica de dicho decorado se generaba a si misma con una resistencia frente al escenario aséptico de otros establecimientos. Se regía por una armonía sin denominador común como si careciera de intencionalidad comercial.

En la aleatoriedad del mundo existe un orden momentáneo y hermoso, en su arbitrariedad, del cual formaba parte. El olor a cerveza y vino, su ambiente, el humo, la nicotina de las miradas, todos estas peculiaridades favorecían que disfrutara de personalidad por si sola. En su interior, el tiempo y el espacio se diferenciaban en los momentos vividos aunque estaban interrelacionados configurando la velocidad de nuestras vidas.

Existía una connivencia implícita de los clientes habituales al tratar los temas de conversación; se comentaba todo: los acontecimientos políticos, los deportes, los sucesos ocurridos en el mismo pueblo. Los juegos de la mirada ocupaban un lugar importante, la complicidad entre los habituales iniciaba un proceso de asimilación de los nuevos clientes que lo frecuentaban.

Fiestas, saraos y situaciones graciosas de muy diversa índole se han dado en estos años de presencia. Al cliente le ofrecían un estado continuo de diversión, buen ambiente, música, y una escasa variedad de tapas, “cacau i tramussos” que satisfacía sus heterogéneos gustos. Nuestra memoria de juventud está repleta de aquellos recuerdos y anécdotas.

Julián, persona amable y dicharachera, sigue regentando el establecimiento con la habilidad de llevarse bien con todos los demás. De no ocuparse en estos menesteres, su peculiar carácter le hubiera permitido ejercer las relaciones públicas pues posee la cualidad de comunicar con el público.

La Tasca nos ha ofrecido buenos momentos en nuestra vida. Padres, hijos y nietos han cruzado la misma puerta del local que sigue siendo acogedor, con buena onda e idiosincrasia propia. Deseamos que prorrogue, por muchos años, su andadura pues ha conformado una parte de los hábitos de nuestro ocio juvenil.


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