16.12.10

Arte y Cultura. ELS RODERS

Por Francisco Sanchis Gadea

Licenciado en Ciencias Matemáticas


El bandolerismo es un fenómeno social muy antiguo. Tuvo su esplendor, en el Reino de Valencia, durante el siglo XVII, a causa de un proceso económico muy recesivo que afectó a toda Europa, manifestándose en las tierras donde los abusos señoriales -apropiaciones de tierras comunales, de labor y pasto- fueron significativos. El periodo de prosperidad del XVIII lo redujo de forma sustancial pero volvió a resurgir, décadas más tarde, por el aumento demográfico, la guerra de independencia librada contra los franceses y una nueva crisis económica.

La provincia de Alicante alumbró una serie de bandoleros, conocidos como “roders”, que se hicieron célebres desde el primer tercio del siglo XIX -periodo de enormes desigualdades- hasta los inicios del XX y que tanto linaje tuvieron en las comarcas de las Marinas. Es manifiesto que no son equiparables a aquellos que desafiaban a las tropas mandadas por los gobernadores de Fernando VII y se ocultaban en las serranías de Andalucía como fueron, entre otros, José Maria el “Tempranillo” o “Pasos largos” pero es de significar sus expolios y percances sangrientos.

Surgieron del mundo rural y se convirtieron en forajidos estimulados por las repercusiones en la agricultura al escasear las cosechas y alcanzar las necesidades a amplios sectores de la población o la propia cohabitación en el seno de familias problemáticas. Al igual que las enfermedades se propagan según el nivel social y recursos de las familias, la pobreza y la marginalidad solían ser el caldo de cultivo de la delincuencia. Generalmente la comisión de algún delito les obligaba a echarse al monte con su navaja y retaco, perseguidos por la justicia.

La orografía y las características de este territorio proporcionaron el medio favorable para estos “roders”. Fiestas, porrats, tierras señoriales, proximidad del puerto de Alicante y el transporte de pasajeros les facilitaban suculentos botines; conocedores de la geografía en la que desarrollaban su actividad, así como la ayuda de familiares, vecinos y amigos, contribuyeron, sobremanera, a su supervivencia. Sin estrategias prefijadas asaltaban los transportes de comerciantes y viajantes que se dirigían a los mercados, robaban en los pueblos y mansiones de conocidos ricos, abasteciéndose de comida en las masías que solían visitar.

No solían actuar en solitario sino organizados en pequeñas cuadrillas que formaban con individuos de pueblos vecinos e incluso familiares. Podemos citar a varios: desde los temidos Vicente Más, el “Tramusser”, de Beniarda, Jaume, el “Barbut”, de Crevillente y Mitjana de Castell de Castells, con varios asesinatos a sus espaldas, hasta el Bou de Benimantell, Destralet de Evo, Pinet de Finestrat o Espí de Polop.

Un suceso, documentado, que causó sensación en toda la comarca de l’Alcoià fue el ocurrido, marzo de 1874, en Penáguila. José Espi Grau, joven nacido en Polop, apodado “el manco”, inteligente e intrépido, participativo en altercados y poco escrupuloso para apropiarse de lo ajeno que conocía minuciosamente las veredas, sendas y escondrijos de los montes próximos, se dedicó a realizar atracos por diversos pueblos de las comarcas del Comtat y l’Alcoià llegando a atemorizar a sus habitantes. Organizado en una cuadrilla, aprovechando la misa dominical, se dirigió al asalto de aquel pueblo siendo sorprendidos cuando actuaban en el interior de una vivienda y, alertados los vecinos, fueron repelidos a tiros de escopeta alcanzando a Pepe Espí que fue detenido y trasladado a la cárcel del Partido Judicial donde pasó algunos años. Castigado y vuelto del destierro carcelario, retomaría sus andanzas que le situarían, de nuevo, fuera de la legalidad.

Algunas gentes les admiraban, hablaban de ellos y de sus hazañas. El bandolerismo popular está presente en el folclore con leyendas y canciones pues fue, generalmente, una consecuencia de la miseria y de las duras condiciones de existencia de los grupos sociales más desfavorecidos.

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