12.5.10

Artículo de opinión. De los trajes de Camps y la hipocresía natural


Dario Samaniego

Delegado de Intereconomía


Nos hemos desayunado un miercoles de Mayo con las medidas que Zapatero toma para paliar los efectos de la crisis. Medidas, todo sea dicho, que ha de tomar ante la amenaza de la Unión Europea de no prestar ningun otro tipo de ayuda si no se endereza el rumbo. Las medidas son impopulares, eso ya lo imaginabamos, pero sobre todo son tardías. El mayor problema, sin embargo, no radica en las medidas tomadas, sino en la menguada credibilidad del ejecutivo que no despierta ninguna confianza. Y aun menos en una correcta gestion de lo que se pretende ahorrar a costa del sufrimiento de multitud de “mileuristas”. De la Vega corre a explicarselo a los sindicatos y me temo que será tan convincente que no veremos a las centrales sindicales mayoritarias (UGT - CCOO) en la calle manifestandose contra una política de despilfarro y cada vez menos social. España hecha unos “zorros”, los sindicatos ausentes, los prebostes socialistas Chavez y Bono, en la picota... y aun queda “caradura” para centrar el discurso en lo míticos trajes de Camps, que tanto de si le esta dando al Partido Socialista en los últimos tiempos. No nos engañemos. España es un pais de “jamón pal médico”, de “regalicos al funcionario” y de agradecer y agradecer. Y todos sabemos que es así. El enchufe no solo es patrimonio de las electricas, sino de todo hijo de vecino si quiere que las cosas “salgan antes”. Y hay que considerarlo como lo que es: pura idiosincrasia nacional. Por eso mismo es incomprensible como “los trajes de Camps” pueden despertar tanto revuelo. Que no es que diga que se deban o no se deban recibir regalos, pero que tire la primera piedra el libre de culpa. La verdadera importancia de un regalo radica en la capacidad que tenga este de influenciar una decisión o un resultado. En definitiva eso es lo que se denomina cohecho. Una interpretación restrictiva de esto nos avocaria a cambiar los principios básicos de nuestra cultura y nuestra sociedad, creanme. Otra cosa es que la autoridad de un cargo público le lleve a prosperar de forma desmesurada e inexplicable, como es el caso de Bono y su increible patrimonio. O como ocurre con los casos de la familia de Chavez, que en Andalucía hacía y deshacía tanto como Bono en Castilla-La Mancha. Ya me hubiese gustado regalar a Chavez diez trajes de los de Camps hace diez años a ver si eso le hubiese inspirado una Andalucia mejor, mas rica, menos subsidiada, mas parecida a la Comunidad Valenciana de Camps. Somos hipócritas, injustos y hemos aprendido a medir con diferentes varas según conveniencia. Ya lo dijo Carlos III: “Dadme buenas economías y os daré buenas políticas”. Pero es que no aprendemos de la historia.  


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