14.5.09

Actualidad religiosa. Pascua del Enfermo, 2009


Por Javier García Barrera, CORC, Párroco.

En su Mensaje de este año para la Jornada mundial del enfermo, el Papa, expresa lo siguiente:
“Este año nuestra atención se dirige en particular a los niños, las criaturas más débiles e indefensas y, entre ellos, a los niños enfermos y a los que sufren. Hay niños que llevan en su cuerpo las consecuencias de enfermedades que los dejan incapacitados, y otros que luchan con males hoy aún incurables a pesar del progreso de la medicina y la asistencia de buenos investigadores y profesionales de la salud. Hay niños heridos en su cuerpo y en su alma como consecuencia de conflictos y guerras, y otros que son víctimas inocentes del odio de personas adultas insensatas. Hay niños "de la calle", privados del calor de una familia y abandonados a sí mismos; y menores profanados por gente despreciable que viola su inocencia, provocando en ellos una herida psicológica que los marcará para el resto de su vida. Tampoco podemos olvidar el incalculable número de menores que mueren a causa de la sed, del hambre, de la carencia de asistencia sanitaria, así como a los niños exiliados y prófugos de su propia tierra que, juntamente con sus padres, van en búsqueda de mejores condiciones de vida. De todos estos niños se eleva un silencioso grito de dolor que interpela a nuestra conciencia de hombres y de creyentes.
La comunidad cristiana, que no puede permanecer indiferente ante situaciones tan dramáticas, siente el imperioso deber de intervenir. La dedicación diaria y el compromiso sin descanso al servicio de los niños enfermos constituyen un testimonio elocuente de amor por la vida humana, en particular por la vida de quien es débil y depende de los demás en todo y para todo.
La vida humana es bella y debe vivirse en plenitud también cuando es débil y está envuelta en el misterio del sufrimiento. Es a Jesús crucificado a quien debemos dirigir nuestra mirada: al morir en la cruz quiso compartir el dolor de toda la humanidad. En su sufrimiento por amor vislumbramos una suprema coparticipación en las penas de los niños enfermos y de sus padres.

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