Por Elena Lunyova
Estimados lectores, hoy me gustaria compartir con vosotros interesante informacion publicada por importantes psicologos, referente a un problema muy actual. No hay duda que el cambio de estación afecta al ánimo de muchísimas personas, especialmente cuando pasamos de una estación calurosa y tremendamente luminosa (como es el verano), a una estación algo más fría (como es el otoño e invierno).
Cada vez son más los expertos en medicina que no dudan en señalar que un cambio de estación, especialmente en otoño e invierno, tienden a afectar de manera negativa a la propia salud de las personas.
Esto ocurre solo en otoño e invierno, dado que con el paso del invierno a la primavera, o de la primavera al verano, lo que se observa en la mayoría de las personas es prácticamente todo lo contrario, pues muchos individuos tienden a sentirse más animados y alegres, debido fundamentalmente al aumento de luz solar y a la mejora del tiempo (se pasa de un periodo frío a uno mucho más cálido). Y, más particularmente, ese cambio repercute directamente en el estado de ánimo de las personas, debido a que el organismo experimenta ciertos cambios hormonales como consecuencia de la disminución de la luz solar y de la llegada de una época más fría y algo más oscura. Cuando oscurece, el cerebro libera melatonina, hormona que participa en la generación del sueño y disminuye el nivel de serotonina (se ha comprobado que la melatonina alta provoca una notable reducción de serotonina), la cual es un neurotransmisor fundamental para tener buen humor, por lo que al no haber suficiente iluminación natural durante los días otoñales, algunas personas sentirán somnolencia todo el día y pueden estar irritables. Suele durar más en las personas que viven en países con menos luz, es decir, aquellos situados más al norte.
Los síntomas más frecuentes suelen ser la sensación de cansancio, no tener energía para realizar las actividades cotidianas, tristeza inexplicable, alteraciones en el sueño, falta de apetito o desórdenes alimenticios (bulimia y anorexia), reducción de la actividad sexual, problemas de concentración, olvido de información importante, fuertes y constantes dolores de cabeza y aislamiento, mal carácter, irritabilidad, mal humor, deseo de incomunicación , etc.. Se estima que un 30% de la población sufre la denominada ‘depresión de otoño’, afecta sobre todo a las mujeres entre 25 y 45 años. Los psiquiatras incluyen esta tristeza de otoño dentro del grupo de las depresiones endógenas. Bajo esta denominación se hace referencia a que el trastorno psicológico no tiene un motivo desencadenante de los síntomas, ni en la vida del paciente ni en sus factores genéticos. La baja temperatura corporal que provoca un nivel alto de melatonina hace que muchas personas que padecen depresión otoñal, tiendan a comer demasiados alimentos con alto contenido calórico. Si a esta circunstancia le añadimos la ansiedad que genera la tristeza y la desmotivación propia de esta patología, podemos encontrar casos de serios trastornos alimenticios (subida de peso, malas digestiones, empachos...). En otros casos, un estado anímico bajo provoca pérdida de apetito en el paciente, con lo que éste no podrá elevar sus ya de por sí mermadas energías. Los expertos consideran clave una buena alimentación, sana, ordenada y equilibrada, para pasar el bache anímico que supone la llegada del otoño. El hierro, presente en las legumbres, los cereales, la carne y las verduras, es un mineral básico para fortalecer el organismo, por eso no debe faltar nunca, y especialmente en otoño. Las vitaminas y minerales han de estar presentes en la alimentación, por eso no deben escasear buenas provisiones de verduras, frutas, cereales y productos de origen animal. La vitamina C, además, es vital para no caer en los típicos catarros. Los frutos secos, que se encuentran en el mercado en gran variedad precisamente en esta época, son fundamentales para aumentar de manera saludable nuestras reservas energéticas. No debemos olvidarnos de las proteínas y los hidratos de carbono, los mejores carburantes para nuestro cuerpo. Tampoco olvides tomar un desayuno completo antes de comenzar el día. Te ayudará a renovar tus energías: zumo de naranja (vitamina C), fruta (vitaminas y minerales), cereales o tostadas (hidratos de carbono y minerales) y café con leche (el café te despejará y la leche te suministrará proteínas y calcio).
En fin, tambien se puede considerar este cambio estacional como algo positivo: podemos vestirnos con ropas que nos gustan sin miedo de pasar calor, disfrutar el fresco, poder hacer mas ejercicio al aire libre, sentir la proxima llegada de la Navidad, etc... y sobre todo no estar asfixiados por el calor del verano casi tropical.
Cada vez son más los expertos en medicina que no dudan en señalar que un cambio de estación, especialmente en otoño e invierno, tienden a afectar de manera negativa a la propia salud de las personas.
Esto ocurre solo en otoño e invierno, dado que con el paso del invierno a la primavera, o de la primavera al verano, lo que se observa en la mayoría de las personas es prácticamente todo lo contrario, pues muchos individuos tienden a sentirse más animados y alegres, debido fundamentalmente al aumento de luz solar y a la mejora del tiempo (se pasa de un periodo frío a uno mucho más cálido). Y, más particularmente, ese cambio repercute directamente en el estado de ánimo de las personas, debido a que el organismo experimenta ciertos cambios hormonales como consecuencia de la disminución de la luz solar y de la llegada de una época más fría y algo más oscura. Cuando oscurece, el cerebro libera melatonina, hormona que participa en la generación del sueño y disminuye el nivel de serotonina (se ha comprobado que la melatonina alta provoca una notable reducción de serotonina), la cual es un neurotransmisor fundamental para tener buen humor, por lo que al no haber suficiente iluminación natural durante los días otoñales, algunas personas sentirán somnolencia todo el día y pueden estar irritables. Suele durar más en las personas que viven en países con menos luz, es decir, aquellos situados más al norte.
Los síntomas más frecuentes suelen ser la sensación de cansancio, no tener energía para realizar las actividades cotidianas, tristeza inexplicable, alteraciones en el sueño, falta de apetito o desórdenes alimenticios (bulimia y anorexia), reducción de la actividad sexual, problemas de concentración, olvido de información importante, fuertes y constantes dolores de cabeza y aislamiento, mal carácter, irritabilidad, mal humor, deseo de incomunicación , etc.. Se estima que un 30% de la población sufre la denominada ‘depresión de otoño’, afecta sobre todo a las mujeres entre 25 y 45 años. Los psiquiatras incluyen esta tristeza de otoño dentro del grupo de las depresiones endógenas. Bajo esta denominación se hace referencia a que el trastorno psicológico no tiene un motivo desencadenante de los síntomas, ni en la vida del paciente ni en sus factores genéticos. La baja temperatura corporal que provoca un nivel alto de melatonina hace que muchas personas que padecen depresión otoñal, tiendan a comer demasiados alimentos con alto contenido calórico. Si a esta circunstancia le añadimos la ansiedad que genera la tristeza y la desmotivación propia de esta patología, podemos encontrar casos de serios trastornos alimenticios (subida de peso, malas digestiones, empachos...). En otros casos, un estado anímico bajo provoca pérdida de apetito en el paciente, con lo que éste no podrá elevar sus ya de por sí mermadas energías. Los expertos consideran clave una buena alimentación, sana, ordenada y equilibrada, para pasar el bache anímico que supone la llegada del otoño. El hierro, presente en las legumbres, los cereales, la carne y las verduras, es un mineral básico para fortalecer el organismo, por eso no debe faltar nunca, y especialmente en otoño. Las vitaminas y minerales han de estar presentes en la alimentación, por eso no deben escasear buenas provisiones de verduras, frutas, cereales y productos de origen animal. La vitamina C, además, es vital para no caer en los típicos catarros. Los frutos secos, que se encuentran en el mercado en gran variedad precisamente en esta época, son fundamentales para aumentar de manera saludable nuestras reservas energéticas. No debemos olvidarnos de las proteínas y los hidratos de carbono, los mejores carburantes para nuestro cuerpo. Tampoco olvides tomar un desayuno completo antes de comenzar el día. Te ayudará a renovar tus energías: zumo de naranja (vitamina C), fruta (vitaminas y minerales), cereales o tostadas (hidratos de carbono y minerales) y café con leche (el café te despejará y la leche te suministrará proteínas y calcio).
En fin, tambien se puede considerar este cambio estacional como algo positivo: podemos vestirnos con ropas que nos gustan sin miedo de pasar calor, disfrutar el fresco, poder hacer mas ejercicio al aire libre, sentir la proxima llegada de la Navidad, etc... y sobre todo no estar asfixiados por el calor del verano casi tropical.
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