Por Elena Lunyova
Si me preguntaran ¿y de cual misterio estoy hablando?, pues contestaría que“de lo que la ciencia actual aun no está en condiciones de repetir lo que hace la naturaleza humana: los hijos”.
Hoy en día, al lado de las consultas ginecológicas se puede ver otra panorama diferente que el de hace más de 20 años, y me refiero a la edad de las mujeres embarazadas. Ahora parece vergonzoso para una chica de veinte y tantos años esperar un hijo. Seguramente pasa por la cabeza de muchos que está arruinando su vida, que todavia hay que disfrutar de su juventud, que hay que estudiar una carrera, comprar un piso, viajar, etc... El feminismo ha crecido junto a la democracia, igualando a las mujeres con los hombres. La sociedad libre y consumidora de éstas últimas décadas estaba insistiendo en que la mujer no debe limitarse, sino hacer las cosas que desee y trabajar como la “mitad fuerte” de la humanidad, y de este modo estimulando a la “mitad débil” a ser independiente y libre para realizarse en su vida. Y todo ello criticando a las amas de casa, que parecen estar “pasadas de moda”.
Me pregunto: ¿Realmente, hemos adquirido algo positivo con ello? Si. Podemos planificar nuestras vidas como nos apetezca, ganar mucho dinero, comprar todo lo que deseamos, no casarse porque no necesitamos cuidar a nadie mas, robando tiempo a nuestros caprichos... En definitiva, ha crecido nuestro EGO y orgullo femenino.
Por supuesto que la igualdad de los derechos es muy importante, estar formadas y realizadas tambien. Pero, ¿qué pasa con los pequeños niños que dejamos todo el día en una guardería?, ¿y la distancia que les separa ahora de sus madres?. Y lo peor es que la consecuencia de ello es... ¡más consumismo! Pero, por desgracia, en este caso consumismo “infantil”: Muchas videoconsolas, juegos que no suelen proporcionar ninguna buena influencia, borracheras de temprana edad y fracaso escolar. La consecuencia es la perdida de conexión con los lazos familiares.
Algo parecido ocurre con las primerizas de cuarenta y tanto años. Claro que, a estas alturas, han llegado a la decisión de tener a un bebe de forma muy consciente, generalmente con mucho cariño e ilusión. ¿Pero qué pasa con la salud de la mujer y del bebe? A esta edad la mujer requiere tratamientos especiales, cargados de pastillas para un embarazo saludable y se ven avocadas a la cesárea como el mejor remedio para dar a la luz. ¿Es natural y bueno? Yo personalmente no lo creo... Y eso que no menciono cosas como las complicaciones del parto, los problemas de salud de nuestros hijos o las inseminaciones por incapacidad de concebir de forma natural.
Así que, volviendo al inicio, me pregunto: ¿vale la pena esta libertad? ¿Qué pasa con los valores familiares? ¿Qué podemos aportar para la educación de esos niños?
Desde mi punto de vista doy gracias a Dios por poder contar aun con una educación religiosa que nos enseña los valores familiares y fortalece ese lazo en nuestra juventud. Sino, ¿qué nos queda cuando el amor clasico “no está de moda”? ¿Por qué a las mujeres que cuidan a sus hogares llamamos “marujas”? Puede que gracias a ellas hemos nacido y no nos hemos extinguido como especie humana.
¡Un fuerte abrazo a las mamas de 20 años!
Hoy en día, al lado de las consultas ginecológicas se puede ver otra panorama diferente que el de hace más de 20 años, y me refiero a la edad de las mujeres embarazadas. Ahora parece vergonzoso para una chica de veinte y tantos años esperar un hijo. Seguramente pasa por la cabeza de muchos que está arruinando su vida, que todavia hay que disfrutar de su juventud, que hay que estudiar una carrera, comprar un piso, viajar, etc... El feminismo ha crecido junto a la democracia, igualando a las mujeres con los hombres. La sociedad libre y consumidora de éstas últimas décadas estaba insistiendo en que la mujer no debe limitarse, sino hacer las cosas que desee y trabajar como la “mitad fuerte” de la humanidad, y de este modo estimulando a la “mitad débil” a ser independiente y libre para realizarse en su vida. Y todo ello criticando a las amas de casa, que parecen estar “pasadas de moda”.
Me pregunto: ¿Realmente, hemos adquirido algo positivo con ello? Si. Podemos planificar nuestras vidas como nos apetezca, ganar mucho dinero, comprar todo lo que deseamos, no casarse porque no necesitamos cuidar a nadie mas, robando tiempo a nuestros caprichos... En definitiva, ha crecido nuestro EGO y orgullo femenino.
Por supuesto que la igualdad de los derechos es muy importante, estar formadas y realizadas tambien. Pero, ¿qué pasa con los pequeños niños que dejamos todo el día en una guardería?, ¿y la distancia que les separa ahora de sus madres?. Y lo peor es que la consecuencia de ello es... ¡más consumismo! Pero, por desgracia, en este caso consumismo “infantil”: Muchas videoconsolas, juegos que no suelen proporcionar ninguna buena influencia, borracheras de temprana edad y fracaso escolar. La consecuencia es la perdida de conexión con los lazos familiares.
Algo parecido ocurre con las primerizas de cuarenta y tanto años. Claro que, a estas alturas, han llegado a la decisión de tener a un bebe de forma muy consciente, generalmente con mucho cariño e ilusión. ¿Pero qué pasa con la salud de la mujer y del bebe? A esta edad la mujer requiere tratamientos especiales, cargados de pastillas para un embarazo saludable y se ven avocadas a la cesárea como el mejor remedio para dar a la luz. ¿Es natural y bueno? Yo personalmente no lo creo... Y eso que no menciono cosas como las complicaciones del parto, los problemas de salud de nuestros hijos o las inseminaciones por incapacidad de concebir de forma natural.
Así que, volviendo al inicio, me pregunto: ¿vale la pena esta libertad? ¿Qué pasa con los valores familiares? ¿Qué podemos aportar para la educación de esos niños?
Desde mi punto de vista doy gracias a Dios por poder contar aun con una educación religiosa que nos enseña los valores familiares y fortalece ese lazo en nuestra juventud. Sino, ¿qué nos queda cuando el amor clasico “no está de moda”? ¿Por qué a las mujeres que cuidan a sus hogares llamamos “marujas”? Puede que gracias a ellas hemos nacido y no nos hemos extinguido como especie humana.
¡Un fuerte abrazo a las mamas de 20 años!
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